Los acumuladores eléctricos son un sistema de calefacción diseñado para acumular el calor en las horas en las que la tarifa eléctrica está bonificada y no consumir durante las horas más gravosas manteniendo durante todo el día una temperatura confortable y estable.
Su funcionamiento está basado en el calentamiento de ladrillos o piedras de alto poder refractario mediante resistencias eléctricas. El calor almacenado se libera durante todo el día con un sistema de regulación, a través de una trampilla que permite la circulación del aire por el material refractario de tal manera que entre el aire frío y salga caliente.
En virtud del modo de circulación del aire existen dos tipos de aparatos acumuladores:
- Acumuladores estáticos
- Acumuladores dinámicos
Están realizados en acero, aislado con materiales de alta calidad de los bloques refractarios y de las resistencias que los calientan. Este punto, el del aislamiento, es un factor decisivo a la hora de analizar la eficacia del acumulador. Un buen aislamiento supone una mayor capacidad para mantener el calor en el interior del aparato de manera que todavía conserve calor en las últimas horas del día previas a la recarga en los días más fríos del año. Además un buen aislamiento contribuye enormemente a la seguridad del aparato ya que impide que su exterior alcance una excesiva temperatura. Los acumuladores presentan además cámaras de aire para facilitar la descarga y a esto se le añade un termostato de carga y otro de seguridad. Esencialmente este es el contenido de un acumulador.
Los acumuladores de calor tienen las ventajas de la calefacción eléctrica: se instalan con relativa facilidad, son ecológicos, en la medida en la que lo es la energía que consumen; no necesitan ningún tipo de depósito porque no utilizan ningún líquido; no emiten humos ni desprenden gases y no precisan de tareas de mantenimiento.
Actualmente los acumuladores presentan un alto rendimiento para un consumo muy bajo y son de una utilización muy sencilla.